Aeonium holochrysum

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sábado, 8 de enero de 2011

La Isla de El Hierro.


El Hierro, es la Isla más occidental del Archipiélago canario, en ella estuvo fijado el Meridiano Cero, ya que era considerada el final del mundo conocido, hasta que en la segunda mitad del siglo XIX, la intransigencia británica, más fuerte que el escaso interés manifestado por los españoles, lo colocaron en el barrio londinense de Greenwich. Recientemente en la zona donde se consideraba que estaba localizado el Meridiano 0, en las cercanías del Faro de Orchillas, ha sido construido un monumento en recuerdo del Meridiano 0.


Los primitivos habitantes de El Hierro, los Bimbaches, sucumbieron a la conquista que tuvo lugar en el año 1402, por parte del normando Jean de Bethencourth, el cual según parece apresó a los ingenuos habitantes de El Hierro y los traslado a tierras continentales para venderlos como esclavos.

La conquista definitiva no tuvo lugar hasta el año 1446, cuando la Isla fue vendida a los Condes de La Gomera y Señores de El Hierro, que tomaron posesión definitiva de sus posesiones, a partir de cuyo momento en la Isla se establecieron, muchos judíos, portugueses, castellanos, extremeños, etc. que mezclados con los bimbaches que quedaban, han dado lugar a la población actual de El Hierro.
La propiedad de los Condes de La Gomera y Señores de El Hierro, condujo a que se estableciera un sistema político de total dependencia, de los Señores, establecidos en La Gomera, pero que en El Hierro disponían de personas de su total confianza, compuesta por los nuevos integrantes de la población de El Hierro, que impusieron un sistema caciquil, con un sistema casi feudal, donde unas pocas familias disponían de la totalidad de la tierra de la isla y de los escasos medios de producción.

Esta situación se mantuvo hasta el siglo XX, donde los herreños que volvían de la emigración pudieron ir comprando los terrenos a los propietarios de siempre, residentes en la Villa capital de la Isla, lo que significo un cambio significativo en cuanto al modo de ejercer el poder en la Isla, de tal manera que hubo que esperar durante cinco siglos para que algún puesto de poder de carácter insular fuera desempeñado por alguien no residente en la Villa capital.

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