Por Venancio Acosta Padrón
Que sirvan estas líneas como homenaje a la memoria de D. Marcelino Padrón Rodríguez, un referente para el conocimiento de la lucha canaria en El Hierro.
D. Marcelino Padrón Rodríguez, nació el día 16 de junio, del lejano año 1927, en el pueblo de Isora, donde residió prácticamente toda su vida, excepto los últimos años en que, tras jubilarse, traslado su residencia al pueblo costero de Timijiraque.
Durante sus años de juventud destacó como excelente luchador, pudiendo considerarse uno de los grandes de la lucha canaria en la isla de El Hierro, en la década de los cuarenta y cincuenta del pasado siglo, siempre defendiendo los colores de su Isora natal.
Con el paso de los años y una vez finalizada su etapa de bregador, desempeño una importante faceta como entrenador de lucha canaria. A modo de ejemplo, fue el primer entrenador de uno de los más grandes luchadores que ha habido en Canarias, Juan Barbuzano, cuando las tardes eran aprovechadas por todos los jóvenes del pueblo para ponerse la ropa de brega.
En el libro biográfico del propio Juan Barbuzano (Juanito), como cariñosamente se le conocía en su pueblo natal, en Isora, al referirse a su entrenador, Marcelino Padrón; señalaba:
“A los quince años, además de participar en los conjuntos juveniles, luchaba en el Ferinto, un equipo de categoría absoluta, entrenado por Marcelino Padrón. Fue precisamente Marcelino quién entrenó, aconsejo y convirtió al joven Barbuzano en un magnifico estilista. Aprendió con él las cuatro o cinco luchas mas esenciales: la pardelera, el cango, el garabato y las contras, sobre todo las contras.”
El maestro, luchador, periodista y directivo de la lucha y D. Francisco Acosta Quintero “D. Pancho”, al referirse a la insigne figura de Marcelino Padrón, en un artículo periodístico, se expreso en los siguientes términos.
“Pero de hombres de hacen los luchadores. Surgió, como por encanto, en Isora un artista de la lucha. Este muchacho, de unos sesenta kilogramos de peso, era Marcelino. Era algo así como un Camurria, un Angelito, un artífice que, sin embargo, no osamos elevar a tales alturas. Marcelino fue el luchador que honró a Isora, y el que la sigue honrando todavía por haber sido el maestro de Juan Barbuzano. Lucho mucho y enseño a muchos. Hay que reconocérselo y agradecérselo.”
Pero, Marcelino continuó sus importantes enseñanzas en el campo de la Lucha Canaria, y así fue el entrenador de aquel potente equipo “El Ferinto”, formado por jóvenes de la comarca de Azofa, de los pueblos de San Andrés e Isora, que cuando finalizaba la década de los cincuenta y la de los sesenta, mostraba su buen luchar por todos los terreros de la Isla, bajo la batuta y la Presidencia de D. Francisco Acosta quintero, “D Pancho”.
Finalmente, cuando se acercaba el final del siglo pasado y la cantera de la lucha canaria en El Hierro, estaba muy mermada, de nuevo Marcelino se puso la ropa de brega para, formando parte de la escuela de lucha canaria del Cabildo Insular, entrenar a diversos grupos de niños que tuvieron la oportunidad de aprender de nuestro deporte autóctono, con este gran maestro.
Aparte del gran luchador que fue Marcelino Padrón, también tuvo tiempo para participar en otros aspectos de la vida herreña, así en el año 1979, formó parte de aquel grupo de jóvenes que con motivo de las primeras elecciones democráticas locales, formaron la Agrupación Herreña Independiente, participando en la candidatura que dicha organización política presentó al Cabildo Insular en 1979, a pesar de que fue el partido más votado y por tanto, ostento la presidencia del Cabildo, D. Marcelino Padrón no salió elegido consejero.
Años más tarde, en la legislatura que transcurrió desde el año 1987 al año 1991, de nuevo D. Marcelino Padrón, formaría parte de la candidatura de la Agrupación Herreña Independiente, en aquella ocasión si resulto elegido como consejero, y se sentó en los bancos del Cabildo Insular durante toda la legislatura.
Fue D. Marcelino Padrón un hombre fiel a sus principios y sus ideas, y siempre estuvo dispuesto para participar alla donde era requerida su presencia, hasta que su salud se lo permitió.