Por Venancio Acosta Padrón
La lucha canaria en El Hierro, ha
sido a lo largo de los tiempos, una tradición, una competición, una costumbre o
un deporte. Lo cierto es que ha movido pasiones, ha despertado sentimientos y
ha sido uno de los números más importantes que no podía faltar allá donde se
celebraba cada una de nuestras numerosas fiestas populares.
Los herreños se desplazaban por
los diferentes pueblos de la Isla, siguiendo al equipo representativo de su
pueblo, y en el desarrollo de las agarradas, los impulsos y sentimientos, se
hacían patentes.
En un principio, los
enfrentamientos se organizaban por bandos, eran frecuentes aquellos legendarios
enfrentamientos entre el campo y la capital. La organización de los bandos
estaba también en función de la relación de fuerzas que se entablaban entre los
diferentes luchadores.
Aún hoy son recordadas las
grandes luchadas que se organizaban en San Andrés el día de Los Remedios, el
día 8 de septiembre, hasta dicho pueblo se desplazaban numerosos visitantes con
el solo propósito de estar presente en la luchada. Las Luchadas de San Pedro y
san Bartolo en El Mocanal, donde en la plaza de San Pedro era imposible la
presencia de más gente. Las Luchadas del día de Reyes el 24 y 25 de septiembre
en La Dehesa, Sabinosa y El Golfo.
La luchada del día de La
Concepción, el 8 de diciembre en La Villa de Valverde o la celebrada con motivo
de La Paz, el día 12 de septiembre en El Pinar y como no las apoteósicas que
los días de San Lorenzo y Nuestra Señora de La Candelaria se celebraban el 10 y
el 15 de cada mes de agosto en el valle del Golfo.
Aquellos enfrentamiento en lucha
corrida en que en muchas ocasiones el padre salía en defensa de un hijo que
había caído en el terrero con el fin de salvar el honor familiar.
Los desafíos siempre llamativos
entre los mejores luchadores de cada bando, solían ser a cinco luchas.
En definitiva, una tradición o
costubre que ha sufrido numerosos altibajos a lo largo de la historia, desde
aquellos momentos brillantes, con grandes luchadores en los terreros herreños,
hasta momentos de olvido que suelen ser cíclicos, pero siempre recordados por
un pueblo el herreño amante de las costumbres, las tradiciones y de nuestro
deporte por excelencia.